lunes, 29 de noviembre de 2010

La lucha por la Democracia en México y Avances en la Participación Ciudadana

Por: Luis Enrique Martínez

“La democracia supone y alimenta la diversidad de los intereses así como la diversidad de las ideas. El respeto de la diversidad significa que la democracia no se puede identificar con la dictadura de la mayoría sobre las minorías; ella debe incluir el derecho de las minorías y contestatarios a la existencia y a la expresión, y debe permitir la expresión de las ideas heréticas y marginadas”
(Morin, 1999; p. 55)


México es un país que se caracteriza por la diversidad que existe en su cultura a lo largo y ancho del país. No es objetivo del presente trabajo analizar la diversidad mencionada, mas es necesario hacer referencia a la existencia de ésta y a la composición del país, para entender los hechos sociales que tuvieron lugar en el último siglo.

Como la mayoría de los países de América Latina, México fue colonizado por los españoles, y estuvo tres siglos bajo su dominación. Derivado de las diferencias sociales que ya existían y aunado a las que se crearon durante la colonia y la forma del gobierno español instaurada en la entonces Nueva España, hubo grupos sociales que decidieron lanzarse a la lucha armada por la independencia de la nación.

En 1810 inicia la guerra armada por la independencia de México y logra consumarse en 1821. Habiendo logrado independizar a la nación mexicana de la corona española, el debate entre las élites fue, durante más de medio siglo, qué tipo de gobierno sería adecuado para la naciente nación.

No fue sino hasta finales de siglo, que Porfirio Díaz instaura un régimen oligárquico dictatorial, el cual se destacó por el desarrollo macroeconómico, las vías de comunicación que conectaban con el ferrocarril al norte con el sur, y la diversificación de la inversión extranjera. Dicho régimen finalizó hasta su renuncia en el año de 1911, habiendo pasado México antes por Benito Juárez que había gobernado durante quince años y realizando importantes reformas constitucionales para la liberalización del país.

Contrastado con el desarrollo que el país tuvo durante sus primeros años, los mexicanos vivían únicamente divididos en dos clases sociales, ricos y pobres. Quienes poseían riqueza, eran personas muy ricas, y principalmente dueñas de muchas tierras, y gran parte de los pobres, que eran mayoría, habían sido despojados de sus bienes en el centro y sur, lo cual comenzó a generar protestas. En el norte, la situación no era muy distinta, aunado a que el régimen de Díaz había suprimido el derecho de los ciudadanos para elegir democráticamente a sus representantes, y sustituyéndola por la designación del poder central.

Para 1910 el noventa por ciento de los habitantes de México no sabía leer ni escribir. En ese mismo año es fundada la Universidad Nacional. Las condiciones sociales, económicas y políticas se hicieron notar al estallar una nueva revolución que buscaba instaurar derechos sociales.

A la par, en la escena internacional la Iglesia Católica había iniciado con una campaña en la que hablaba de una doctrina social declarada por el Papa León XIII, donde por primera vez hablaba sobre los derechos de los trabajadores, los sindicatos, etcétera, y conminaba a los fieles laicos a tomar el mando de las organizaciones de la sociedad, y de ser posible a acceder a los cargos de gobierno.

Aunque en México se tardó en llegar la nueva “moda social” de la iglesia, esta doctrina no tardó mucho en convertirse en realidad y a ser proclamada por el clero frente a sus fieles, que eran la mayoría de los mexicanos, lo que generó que en la agenda de la iglesia católica mexicana también existiera una pugna por los derechos sociales y la democratización de las instituciones de la sociedad y del gobierno.

En 1917 México incorporó algunos de los derechos sociales que habían sido bandera de muchos revolucionarios en una nueva Constitución Política. Así se estableció como innovación el artículo 27 que hablaba sobre la propiedad del territorio mexicano y el uso del suelo y los recursos. El artículo 123 que posteriormente dio paso a la creación de una ley federal del trabajo. El artículo 115 que definió y delimitó al municipio libre, sus atribuciones y su composición orgánica.

Las demandas de la revolución mexicana se habían institucionalizado en el naciente proyecto de nación, pero no necesariamente se logró abatir los problemas y rezagos que la sociedad mexicana tenía, y a nivel gubernamental la élite política era frágil y seguía habiendo problemas con las sucesiones a los cargos, notablemente desde la Presidencia de la República, hasta lo local.

Fue hasta el período de Plutarco Elías Calles cuando se reorganizó a la clase política, y se institucionalizó en un “partido del régimen” (Rodríguez Araujo, 2002; p. 57) formando así por primera vez en la historia postrevolucionaria un nuevo orden político y social en el que posteriormente se fueron integrando grupos de obreros para convertirse en parte de la élite política. Aquí es cuando se hace presente la tesis de Weber en torno a la idea de la autoridad y el monopolio legítimo de la violencia, que Calles, también conocido como “Jefe Máximo” utiliza de forma eficaz para lograr establecer el orden que él pensaba que México debía tener.

Es en ese punto donde se comienza a configurar un difuso camino de la democracia en México, pero que sin duda fue el que dio paso, sea por errores o por aciertos, al despertar de la sociedad mexicana en torno a los temas del Estado.

Desde el período de Benito Juárez, la religión había sido separada del Estado, lo cual sin duda fue bueno; sin embargo, durante el gobierno de Calles se dio la guerra cristera o guerra de los cristeros, donde milicias de presbíteros, laicos y en general religiosos católicos se levantaron en armas contra el gobierno que había reducido más sus derechos políticos, se negaba la personalidad jurídica a las instituciones religiosas, así como también se había prohibido la participación del clero en la política. Es aquí cuando la religión católica y el alto clero logra consolidarse y reorganizarse en torno a sus demandas, y logra legitimar su autoridad moral frente a la población mexicana.

A la par de estas luchas, existió un proyecto de nación impulsado por José Vasconcelos, quien había sido Secretario de Instrucción Pública y también Rector de la Universidad Nacional, a quien esta última le debe parte de su autonomía. Cabe destacar, que tanto Vasconcelos, como algunos otros intelectuales como Manuel Gómez Morin, quien fuera entonces Director de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, y posteriormente también rector de la Universidad Nacional, así como Antonio Caso, y la Unión Nacional de Estudiantes Católicos, fueron quienes principalmente organizaron a la Universidad Nacional para luchar por su autonomía.

En la Universidad Nacional se gesta un movimiento de estudiantes y catedráticos inconformes con el proyecto que se anunciaba para la Presidencia de la República, el de Lázaro Cárdenas del Río, quien proclamaba que al llegar al gobierno en 1934 instauraría un régimen socialista, donde se incluía a la educación superior.

El movimiento en contra de dicha proclama, es formado principalmente por todos aquellos intelectuales que ya desde tiempo atrás hablaban de la autonomía universitaria, y que, como reacción al cardenismo, y por sus arraigadas creencias católicas, organizaban a la Universidad Nacional en torno a lograr su autonomía. El proyecto de la autonomía universitaria es logrado bajo fuertes represiones del gobierno a los directivos, catedráticos y estudiantes universitarios, incluso tratando de ahorcar económicamente a la Universidad Nacional para impedir que pudiera seguir funcionando.

De esta forma el Partido Nacional Revolucionario, fundado por Plutarco Elías Calles, tuvo como cuna al propio gobierno. Fue el primer partido político moderno, y sin embargo había nacido del gobierno, o quizá mejor dicho, del régimen.

En aquel tiempo, la moda entre los intelectuales, era el positivismo. “Al mismo tiempo, la Revolución no podía justiciarse a sí misma porque apenas si tenía ideas. No quedaban, pues, sino la autofagia o la invención de un nuevo sistema. Vasconcelos resuelve la cuestión al ofrecer su filosofía de la raza iberoamericana. El lema del positivismo, “amor, orden y progreso”, fue substituido por el orgulloso “Por mi Raza Hablará el Espíritu” (Paz, 1993; p. 149). Y así fue como nació una nueva corriente que devino en muchos seguidores hacia el líder universitario.

Para 1934, Lázaro Cárdenas del Río habría asumido el poder, y de la mano de su gobierno, un cúmulo de cambios tanto en lo social, como en lo político y económico. Se logra instaurar un proyecto de nación inspirado en la revolución mexicana, o al menos en la forma en que el régimen entendía a la revolución.

Cárdenas, desde el poder, sustituye a Calles, convirtiéndose en el Jefe del partido, al cual le cambia el nombre para convertirlo en el Partido de la Revolución Mexicana –que posteriormente sería el Partido Revolucionario Institucional, como lo conocemos hasta nuestros días–, expropia de los inversores privados al petróleo, que era a nivel mundial el gran impulsor de la riqueza en muchas naciones, logra subir a la ola del desarrollo tecnológico e industrial al país, pero las condiciones sociales y económicas no cambian de manera substancial, el “consumidor” no lograba acceder fácilmente a los bienes y servicios necesarios, y las relaciones sociales no se encontraban objetivadas necesariamente por el dinero, como mencionaría Simmel, sino por las carencias de los habitantes.

En el año de 1939 surge el Partido Acción Nacional, fundado por Manuel Gómez Morin, quien fuera rector de la Universidad Nacional cuando le es otorgada su autonomía. Dicho partido se funda por la clase media mexicana y por intelectuales, pues nace principalmente de la Universidad Nacional.

Por los mismos orígenes que tiene el Partido Acción Nacional, no logra representar fácilmente a un amplio sector de la sociedad, pues era únicamente la clase selecta y con posibilidades de estudiar, a quienes podían llegar. Esto en el futuro fue modificado en cuanto el PAN adquirió una acción municipalista, pero fue hasta la década de los ochenta, misma en la que comienzan los triunfos de dicho instituto político, y se erige como una verdadera oposición al gobierno.

En torno a la democratización del país, en 1953 se logra que a la mujer se le otorgue el derecho a votar, derivado también de movimientos sociales, y además propuesto en anteriores legislaturas, desde 1947, por cuatro diputados del Partido Acción Nacional. Este fue un avance en el reconocimiento de los derechos cívicos y la igualdad entre hombres y mujeres.

México fue progresando, pero no fue necesariamente por la acción de sus gobiernos, sino más bien por las consecuencias no intencionadas de la acción, así como la madurez de la sociedad que cada vez se fue sectorizando más, así como educando, lo cual generó mayor consciencia social de sí y para sí. Con tal madurez, los ciudadanos mexicanos cada vez exigían mayores oportunidades, lo cual se tradujo en protestas y movilizaciones. Una protesta característica por su composición e historia, fue la de 1968 y los estudiantes universitarios y preparatorianos que fueron reprimidos por el gobierno, que demuestra la garra y la mano dura de la opresión, y por fin se quita la máscara autoritaria y dictatorial.

“Mil novecientos sesenta y ocho fue un año axial: protestas, tumultos y motines en Praga, Chicago, París, Tokio, Belgrado, Roma, México, Santiago… De la misma manera que las epidemias medievales no respetaban ni las fronteras religiosas ni las jerarquías sociales, la rebelión juvenil anuló las clasificaciones ideológicas” (Paz, 1993; p. 273). Es así como surge un nuevo despertar de la sociedad mexicana, y como cada vez más va perdiendo legitimidad el represor gobierno mexicano, que simplemente había perdido el control social.

En la década de los ochenta vienen varios cambios, el Partido Acción Nacional adquiere más fuerza que nunca, ganando importantes municipios, capitales de Estados, principalmente en el norte, y agrandando las protestas sociales en torno a la idea del fraude electoral auspiciado por el gobierno.

Un caso a resaltar es el de 1986 y la elección de Francisco Barrio Terrazas como candidato a Gobernador de Chihuahua, quien ya había sido alcalde de Ciudad Juárez. Según Barrio, el fraude no se hizo esperar, y no fue reconocido su triunfo, dándoselo a Baeza, el candidato del PRI.

Lo característico de la elección de Chihuahua 1986, fue que de la mano de un grupo grande de intelectuales como Elena Poniatowska o Enrique Krauze, por primera vez se habla de la ilegalidad del fraude electoral. El PAN inicia protestas inspiradas en la desobediencia civil pacífica de Gandhi o Luther King, donde se lleva a cabo cierres de puentes internacionales, aeropuertos, y huelgas de hambre, como la que sostuvo Luis Héctor Álvarez Álvarez, entonces alcalde de Chihuahua. Dichas protestas alcanzan a atraer la atención de distintos personajes y gobiernos a nivel internacional.

La iglesia católica, que en su mayoría se ha identificado con los principios del panismo, en Chihuahua 1986 declara por las diócesis de Ciudad Juárez y Chihuahua la no realización de misa los días domingo, en señal de protesta por el supuesto fraude electoral.

Como parte del debilitamiento del sistema hegemónico del Partido Revolucionario Institucional, este mismo partido, en 1987 comienza a escindirse, puesto que había un grupo al interior de él, que ya no se identificaba con el plan de gobierno del entonces Presidente de la República, Miguel de la Madrid, que a sus ojos había traicionado los ideales de la revolución y había instaurado el neoliberalismo. Además la situación económica a nivel nacional era devastadora, en 1982 hubo una crisis económica, que para 1987 se había agudizado. La tasa de desempleo era del 40% entre las personas económicamente activas.

Para las elecciones de 1988, el PRI llega debilitado. Cuahtémoc Cárdenas, de la mano de Porfirio Muñoz Ledo, forma el Frente Democrático Nacional, que era una escisión del PRI unido con distintos partidos y movimientos de izquierda, el cual contiende contra el candidato oficial Carlos Salinas de Gortari y el candidato del PAN Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, en una elección altamente cuestionada por la élite política y por la ciudadanía en general. Se hizo creer que la elección la había ganado Cárdenas, y el PRI habría hecho fraude. Fue la famosa caída del sistema.

En 1989 el PAN gana la primera gubernatura en Baja California, y con ello fuertes acercamientos del gobierno se dan con el antes mencionado partido político. Es ahí cuando inician una serie de propuestas de reformas electorales, las cuales no encuentran éxito.

Es hasta la década de los noventa cuando inicia una nueva etapa de reformas constitucionales a las leyes electorales y se da paso a la creación de un órgano ciudadano que organizara las elecciones, el Instituto Federal Electoral. Con ello inicia una serie de cambios en materia electoral y social de la realidad mexicana, y se abre camino a la tan anhelada democracia.



Bibliografía:

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Silva Herzog Márquez, Jesús. El Antiguo Régimen y la Transición en México. Planeta. México, Distrito Federal.
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Calderón Vega, Luis. Memorias del PAN (1939-1936) Tomo 1. Editorial EPESSA. México D. F. 1982
Paz, Octavio. Cien Años de Soledad. Fondo de Cultura Económica. México 1993.